Luchar, luchar hasta vencer, luchar hasta llevar a los obreros al poder

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jueves, 24 de agosto de 2017

Los acontecimientos se precipitan ¡Hacia la toma del poder!

Después de una temporada, bastante larga hay que decir, en el que la lucha en la calle ha sido una orientación clara del autor de este blog (15M, mareas, etc...) es necesario parar y hacer una reflexión en profundidad. Una reflexión que también busca, motivo de orgullo de este espacio, la autocorrección de errores y la posibilidad de debatir las perspectivas.

A) 15M y Mareas: Análisis y perspectivas.

La movilización del 15M, siendo conscientes de que nace como continuación de todo un período de enfrentamientos previos, fue todo un volcán. Miles de trabajadores y jóvenes se disponían a participar activamente en la construcción de una alternativa.

En la medida en que la exigencia de la lucha iba en aumento y la necesidad de organización era una urgencia, surgieron las mareas. La Marea Verde, nació paralelamente al 15M, la Marea Blanca, la Marea Negra, la Marea Granate, etc... todas ellas nacen al calor de la movilización del 15M y buscando lanzarse al combate de los problemas concretos.

La agudización de dicha lucha necesitaba dar un paso más. Un paso hacia la unificación de las distintas luchas. Movimientos como la Coordinadora 25S y Marchas de la Dignidad surgieron en ese afán de confluir las distintas reivindicaciones. A pesar de que algunos de los dirigentes de las Marchas de la Dignidad no esperaban nada de la movilización del 22 de marzo, las expectativas se cumplieron. A pesar de la represión policial, significativa del estado de nervios en el que se encontraba el poder establecido, la respuesta de la clase obrera fue impresionante. Movilizaciones dentro y fuera del Estado Español en defensa de los derechos sociales trasladaron la visión de un estado descompuesto, de una burguesía en franca derrota y la posibilidad de una alternativa.

Pero, a falta de una dirección consciente, el movimiento ha continuado atomizado. Las distintas escisiones, expulsiones y las presiones personales y sociales alimentan una distorsión creciente. A pesar de todos los logros, de estar mejor organizados y tener más conciencia política; crece un cierto desanimo entre los activistas. Los llamados "gobiernos del cambio" y la decepción que han impuesto ,sin cumplir los programas electorales que prometieron, ponen la guinda al pastel.

Más allá de las idas y venidas de las organizaciones. Más allá de la situación en la que viven los gobiernos del cambio, lo cierto es que el movimiento sigue vivo.

¿Cómo reforzarlo? ¿Cómo podemos intensificar su radio de acción?

La táctica seguida por las mareas, conscientes de su fuerza pero sin orientación política, ha sido la de convocar movilizaciones (en otros casos especiales convocar actos simbólicos dejando el peso de la movilización a organizaciones que han tenido que llevar el movimiento hacia delante) sin una orientación clara de dónde llegar. Esto, unido a la falta de unidad ante la desconfianza, ha promovido una situación desorganizada y atomizada del movimiento.

Los trabajadores, jóvenes y activistas han de ser conscientes de los puntos fuertes; pero también de los débiles. Una organización social incapaz de orientarse entre el movimiento sindical y político existente no puede, bajo ningún concepto, plantear una alternativa.

Las mareas, independientemente de sus objetivos concretos, han de tener discusiones programáticas que se conserven independientemente de la situación del movimiento. Es decir, las mareas han de debatir, aprobar (no consensuar) por mayoría y defender un programa. Este ha sido uno de los problemas. Los debates, ante el hiperactivismo existente, suelen ser nulos y de carácter débil. Los programas suelen ser consensuados y no aprobados por mayoría (lo cual implica que la mayoría domine sobre la minoría, en lo cual debería consistir la verdadera democracia ¿Acaso no criticamos que bajo el capitalismo es la minoría de empresarios la que domina sobre los trabajadores?). Y, por último, defender un programa claro que se acuerde. Esto no elimina la posibilidad de revisar el programa (especialmente si el programa tiene que cambiar o se han cometido errores), al contrario. Permite defender una posición política coherente, una forma de enfrentarse a las dificultades del capitalismo y poder rectificarlo de forma coherente.

En definitiva, sin querer nunca imponer una posición y contribuyendo al debate las mareas podrían:

1) Garantizar en las reuniones que, además de discutir las movilizaciones y tareas organizativas, se introduzcan discusiones políticas sobre la situación del capitalismo o del movimiento político y sindical aprendiendo de experiencias previas.

2) Garantizar la defensa de la unidad entre mareas creando Comités de Mareas Sociales por ciudad bajo la constitución de un Congreso de Mareas Sociales general por cada región. La coordinación en Mareas Ciudadanas es desconocida e inefectiva.

3) Abrir la posibilidad a que miembros de partidos y sindicatos participen sin hacerlo de forma clandestina (lo cual es absurdo) y sabiendo que los puntos que defienden lo hacen bajo la organización que defienden.

4) No tener miedo a la palabra política. El objetivo final de la clase trabajadora a de ser la toma del poder. Otro objetivo final, alejado de éste, nos llevaría a desastres como ocurrió en la Revolución Española.

B) Situación política en el Estado Español y en el mundo

En los últimos años hemos visto un nivel de aprendizaje político sin precedentes. Cada vez más jovenes y trabajadores comprenden el efecto negativo del capitalismo en sus propias carnes. Los ataques del capitalismo han hecho poner a toda la clase obrera en pie de guerra.

Recordemos que las movilizaciones de 2010 en Francia fue un inicio espectacular de lo que vino posteriormente. La clase obrera francesa pudo tomar el poder, estuvo al alcance de las manos, pero los miopes dirigentes de la CGT francesa unidos con los reformistas descarrilaron el movimiento. Hoy ese error tiene consecuencias desastrosas. Que estemos en Francia ante la amenaza constante de la ultraderecha no es una casualidad. No es por una derechización de la clase obrera francesa, se debe claramente, a una decepción con los dirigentes franceses. El PSF es un ejemplo de lo que puede ocurrir con el reformismo en Europa: O con los unos o con los otros, no hay dos amos a quien servir. Quien no entiende esta lección, acaba en el basurero de la historia. Y, a pesar de todo, los obreros franceses vencen en cada envite que trata el fascismo levantar.

Las revoluciones árabes, lejos de la locura estalinista de buscar enemigos allá donde estalla un proceso que no entienden, nació como un movimiento revolucionario que, ante la falta de una dirección consciente; descarriló. ¿Cuál fue el arma de la burguesía para atacar las revoluciones árabes? Por un lado Rusia rearma a Siria (resucita podríamos decir, ya que el Régimen estaba dado de muerte) y por otro lado Arabia Saudí y EEUU rearman el conflicto religioso erigiendo al fascismo árabe: ISIS.

Ni el ISIS ni régimenes como el de Al Assad defienden los intereses conscientes de la población obrera. Y este ejemplo nos debe servir para aprender las consecuencias de los pasos mal dados.

En España la clase obrera ha conseguido parar varios golpes duros. La ley del aborto, una parte de la putrefacta LOMCE, privatización de hospitales, los despidos de Coca Cola... ha sido una lucha titánica que no ha sido acompañada de los dirigentes sindicales y políticos. IU ha ido a parar a su propia disolución debido a los errores en Andalucía, Extremadura y Madrid. Por supuesto no han sido los afiliados responsables de esta masacre: han sido sus dirigentes que durante años no supieron construir una respuesta real de la clase obrera ante la ofensiva del capital.

PODEMOS, a pesar de lo afirmado por mi hace un tiempo, se ha constituido como una alternativa durante un tiempo. Sigue adoleciendo de las posiciones políticas que debieran llevar a la clase obrera al poder. En los ayuntamientos del cambio se han convertido en gestores del capitalismo y no en una palanca de la clase trabajadora para llevar sus objetivos.

La clase obrera aún tiene que demostrar todo su potencial. Ha logrado defenderse, pero ahora tiene que tomar la ofensiva.

Debemos de aprender de EEUU. Los trabajadores del "imperio" han lanzado las huelgas más brutales de los últimos años. Y no unas huelgas defensivas, es decir, con el objetivo de aplacar ataques empresariales; sino huelgas ofensivas.

El triunfo de Trump, a parte de representar la polarización existente en EEUU tanto a derecha como a izquierda, supuso el fracaso de la tarea de los reformistas en el Partido Demócrata. La elección de Clinton, nada alejada de los postulados de Trump, supuso una desmotivación en el movimiento. A pesar de este tortazo electoral, los trabajadores han demostrado tener una fuerza que han puesto en marcha. Movimientos como Black Lives Matter (La vida negras importan) se han fusionado con el movimiento por los 15$ a la hora. Hasta tal punto que la campaña de Charlottesville contra los racistas sureños surge de esa fusión de movimientos.

¿Qué es lo que falta en EEUU? Un partido obrero. A diferencia de España u otros países con tradición obrera, EEUU no tuvo una organización obrera de masas... ni si quiera socialdemócrata. Aún así, el debate está puesto encima de la mesa y se están dando pasos importantes para cristalizar un partido obrero de masas que habrá que ver en qué sentido se posiciona.

En definitiva, la revolución está a la vuelta de la esquina. Este otoño se acerca caliente. Los obreros precarios llevan años de movilizaciones muy duras que, si no han tenido mayor repercusión, se debe a la falta de una organización y coordinación estatal.

La clave en el trabajo sindical se debe concentrar en esa capa de precarios. Becarios sin remuneración, trabajadores temporales o sin contratos. No están atados a los prejuicios de los mayores dirigentes de CCOO o UGT. No debemos confundir, nunca, a los dirigentes con las bases. La convocatoria de huelga en AENA y Eulen es un síntoma del momento en que vivimos. Unas huelgas ofensivas como esta que se deben generalizar y que debemos apoyar.

En definitiva, los acontecimientos se precipitan. Un toque, un accidente o un conflicto obrero se puede transformar en una espiral revolucionaria. Incluso, a pesar de que la burguesía catalana ha tomado el referendum del 1 de octubre como una forma de salir del paso, la lucha por el derecho de autodeterminación puede tomar un camino incierto para la misma burguesía.

En caso de que se celebre el referendum, una victoria independentista obligaría a tomar medidas represivas por parte del estado español. ¿Acaso eso no movilizaría a los trabajadores hartos de las maniobras del gobierno como la del Prat? Tenemos que instar a defender el derecho de autodeterminación como un derecho, no como una búsqueda de división entre trabajadores.Y, por supuesto, decirlo claramente: queremos en Catalunya y en España decidir sobre todas las cuestiones, sobre el territorio y sobre las cuestiones sociales.

Una derrota abriría una nueva crisis en la burguesía catalana y, sobre todo, abriría una nueva fase en la lucha de clases en Catalunya frente a los recortes sociales que hay.

Si no se celebra, abrirá fracturas entre la burguesía catalana (una vez más traidora de "su"-no tiene nada que ver el pueblo catalán con esa gentuza- pueblo) y por otro en el Estado Español ya que no abrirá nuevas vías para la resolución de un conflicto enquistado.

En definitiva, el futuro es nuestro. Pero no es nuestro sin lucharlo. Necesitamos organizarnos, necesitamos reforzarnos políticamente, necesitamos tomar el poder. 

 C) La necesidad de un partido revolucionario.

Las movilizaciones y los acontecimientos que se perciben ha provocado muchos efectos. El primero y más notable es el aprendizaje. Junto al aprendizaje ha renacido la necesidad de organizarse. De ahí que crezcan las tendencias y organizaciones; pero también las escisiones.

Algunos de los debates que he podido atender acerca de las escisiones explican un hecho nada sorprendente. Las nuevas generaciones de activistas reaccionan fuertemente bajo el dogmatismo o viejos prejuicios heredados del pasado. Es un debate, especialmente en la izquierda, que debemos tener con todas las tendencias.

Es significativo que, en un período álgido de la lucha de clases, los trabajadores y jóvenes seleccionen instintivamente los mejores métodos, las mejores ideas y la experiencia política fortifique las tendencias más avanzadas.

Un partido obrero es necesario. Un partido que sepa orientar bajo un programa revolucionario, bajo un programa de transformación social, a la clase obrera. La experiencia proletaria en la revolución de octubre de 1917, de la que se cumplirán 100 años, advierte de esta necesidad: sin una organización que participe de forma honesta y con un programa en los conflictos obreros y que arme un estado proletario en su interior contando con las masas; no podrá haber revolución triunfante.

El sindicalismo, cuya importancia es indudable, es un trabajo anclado en lo cotidiano y la rutina. Rutina que, especialmente si no se combate con una perspectiva revolucionaria, puede derivar a un oportunismo rancio. El sindicalismo, por sí mismo, no puede ofrecer una alternativa de toma del poder. El sindicalismo sirve para hacer avanzar la conciencia de los trabajadores en el puesto donde se da la lucha de clases en primera instancia: el instituto, la universidad y el centro de trabajo.

Pero creer que el sindicalismo, de por sí, puede resolver el problema del poder... ¡Habrá que analizar lo que hizo la CNT en 1936 cuando pudo haber hecho triunfar la revolución!

¡Hay que ir organizando la toma del poder! ¡Sin improvisación, con análisis de la situación y una perspectiva clara! ¡Hay que organizarse! ¡Hay que debatir lo que queremos para acabar con la explotación!


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